martes, 31 de diciembre de 2013

Amanecer entre tus piernas en la ciudad de la furia

Toda una delicia:

lunes, 30 de diciembre de 2013

Alucinaciones infernales

Es muy fácil llegar a Buenos Aires, pero difícil salir. Los no-ricos quedan atrapados en la jaula por no tener montañas de dólares (que no pesos); los no-pobres por faltarles los cientos de horas que hacen falta para alejarse.

Encerrada aquí, a más de 40 grados de sensación térmica, me refugié en la Reserva Ecológica Costanera Sur,
entre bosques de alisos que al acercar la oreja a su tronco parecen transportar torrentes de agua,
mburucuyás que al tragarlas te adormecen,
curupís que arrojan leche pegajosa,
lunas llenas que mes a mes asoman como voyeurs por el río-mar de la Plata a ver cómo manos suben faldas, arañan muslos, estiran bragas para abrirse paso, entrar y mojarse en agitadas lagunas, bañadas de olas ruidosas de placer que se camuflan entre el croar de las ranas, el canto de las chicharras y el aleteo acelerado de búhos, murciélagos y atajacaminos.

domingo, 29 de diciembre de 2013

Delirium tremens (ola de calor)

Décima madrugada a 32 grados en Buenos Aires.
Amanece a 14 grados bajo cero en Moscú. 
Mi cuerpo respira, transpira, da vueltas, insomne.
Saca una botella de vodka del congelador.
Abro la boca.
Vierte un trago helado.
Trago.
Vierte más vodka, demasiado, demasiado rápido.
Desborda mi boca, los labios agrietados de sed.
El chorro de vodka no cesa.
Al levantarme corre mentón abajo, pringando salientes y recovecos oscuros, muslos, tobillos.
Me mira.
Meada de vodka, digo, río, tiemblo.
Se desnuda, se aleja del frío, rumbo al infierno de rodillas.
Me abro, quemo, jadeo.
Una y otra ola de calor.